lunes, 14 de junio de 2021

El Ayuntamiento de Santiponce, Premio Unamuno por honrar la memoria de Casiodoro, el “Cervantes protestante”

 

Inauguración de la estatua a Casiodoro de Reina, en Santiponce. / Junta Andalucía
Inauguración de la estatua a Casiodoro de Reina, en Santiponce. / Junta Andalucía

El Ayuntamiento de Santiponce (Sevilla) ha sido designado este año como merecedor del ‘Premio Unamuno, amigo de los protestantes’ que otorga el diario Protestante Digital, con el coauspicio de la Fundación Pontea. Este galardón se entrega desde 2006, y supone ya una referencia cultural en España. La entrega se realizará a finales del próximo septiembre, fecha del nacimiento de Unamuno.

El nombre del premio responde a la amistad mostrada por Miguel de Unamuno con destacadas figuras evangélicas, en especial con el pastor protestante Atilano Coco, a quien intentó salvar de ser fusilado por Franco, como ha recordado recientemente la película ‘Mientras dure la guerra’.

El premio reconoce a alguna persona o institución española que, sin ser de confesión protestante, haya realizado alguna contribución destacada a favor de la pluralidad y la convivencia de la sociedad, especialmente en aspectos relativos a los evangélicos españoles.

Protestante Digital es el principal medio de información y opinión evangélico en nuestro país, con 18 años de existencia, y que en 2020 tuvo cerca de diez millones de páginas vistas. Está vinculado a la Alianza Evangélica Española, con más de 130 años de vida y representante del protestantismo español en las Alianzas Europea (con representación ante la UE en Bruselas) y Mundial.La Fundación Pontea es una entidad que fomenta el diálogo entre fe y cultura.

Razones del premio a Santiponce

Entre los méritos del Ayuntamiento de Santiponce que motivaron la concesión del premio este año destaca sin ninguna duda la estatua inaugurada el 29 de octubre de 2020 dedicada a Casiodoro de Reina, monje español del convento de Isidoro del Campo en Santiponce, que abrazó la fe reformada (protestante). En 2020 se conmemoró el 500 aniversario del nacimiento de Casiodoro de Reina,

Se trata del primer monumento que se inaugura en España para honrar la memoria de un protestante, y está delante del propio monasterio del que tuvo que huir escapando de la Inquisición. En este caso, se trata de una de las grandes (y desconocida) figuras de la literatura española, así como uno de los principales reformadores españoles, que en el Siglo XVI escapó del monasterio de San Isidoro del Campo junto a varios compañeros ante su inminente enjuiciamiento por el Santo Oficio.

Casiodoro de Reina es el autor de la Biblia del Oso, primera traducción completa de los textos originales de la Biblia al castellano, publicada en el Siglo XVI.

Fruto de su labor, a lo largo de la historia millones de personas han podido acceder en todo el mundo de habla hispana a las Escrituras en el idioma español. Su obra es considerada por especialistas una de las obras cumbre de la literatura española. Antonio Muñoz Molina la coloca como referencia del idioma castellano a la altura del Quijote de Cervantes.

Además de la estatua, el ayuntamiento imprimió 3.000 ejemplares de una revista dedicada a Casiodoro de Reina. Una actividad que se une al trato justo, empático y de diálogo abierto con los evangélicos andaluces en este municipio ejemplo de pluralismo y convivencia para todo el territorio español.

Otros premiados

El Ayuntamiento de Santiponce se une a ilustres instituciones e intelectuales que han recibido este premio, que celebra con la actual su 13ª edición. El ‘Premio Unamuno, amigo de los protestantes’ fue concedido con anterioridad a escritores como el mencionado Antonio Muñoz Molina, Eva Díaz Pérez, a entidades como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y a figuras de la cultura o la política decisivas en el camino de normalización de los evangélicos en España, como Alberto Ruiz Gallardón, José María Calviño y José Luis Villacañas.

martes, 21 de enero de 2020

“El espíritu reformado está demasiado dentro de nuestra historia como para considerarlo extranjero”

 

El catedrático José Luis Villacañas pronunciando su discurso después de recoger el Premio Unamuno en el Café Gijón. / Daniel Hofkamp
El catedrático José Luis Villacañas pronunciando su discurso después de recoger el Premio Unamuno en el Café Gijón. / Daniel Hofkamp

Querido director general, queridas amigas y queridos amigos: Permitidme que os llame así y que os trate con la familiaridad con la que me habéis honrado. Pues es un honor muy intenso asociar mi nombre a los protestantes de España, a don Miguel de Unanumo y a las otras personas que habéis honrado en las ediciones anteriores de este premio. Me siento muy feliz de estar en esa compañía. De don Miguel, solo recordaré mis lecturas de muchas de sus obras desde muy joven y cómo asentó en mí los anhelos de inmortalidad ineludibles a nuestra condición. Luego he sido un lector de San Manuel Bueno Mártir, quizá el libro más profundo y sincero de don Miguel. Si bien con el tiempo me distancié un tanto de su sensibilidad, un poco aparatosa para mí, siempre he encontrado en esa obra final, austera, sobria y veraz, la mejor exposición del drama espiritual español. Pero por encima de todo, siempre se alza su alma de buscador incansable, su quijotismo de la Verdad del hombre sufriente, tan cristocéntrica. Los protestantes españoles no podrían haber elegido un mejor nombre para honrar a sus amigos. 

No sería posible hacer una historia de la intelectualidad española sin admiración hacia el protestantismo

De los demás amigos que habéis honrado con este título, creo que sólo conozco a dos. Con el Dr. Vilar he coincidido en los congresos que hemos organizado en la UCM sobre la historia de la Reforma, he leído sus traducciones, sus libros, y he gozado de su trato exquisito, como el de los demás participantes habituales. Además, tengo entendido que el año pasado también se reconoció a Antonio Muñoz Molina como amigo de esta comunidad. Permitidme que haga una pequeña reflexión sobre este hecho, un poco singular, de que en dos años seguidos vuestra decisión haya recaído sobre dos hijos de Úbeda, que nacieron y crecieron a un par de calles de distancia, o en el aula de al lado del mismo colegio. Creo que esto tiene que ver con algo muy especial. Con seguridad en su caso, porque Antonio lo ha demostrado de forma magistral en sus novelas, me atrevo a decir que nosotros miramos el mundo con los ojos de nuestros padres. Mientras respiremos nos moveremos en la atmósfera espiritual de aquella Úbeda de los años 60. No eran héroes, ni grandes hombres. Pero eran honestos, trabajadores, resistentes, y no entregaron sus aplausos ni sus entusiasmos a nadie, y menos que nadie a los poderosos. Preservaron su intimidad y su integridad como su bien más preciado, del que dependía su paz interior. Mantuvieron la distante cordialidad con la época y una obstinada resistencia a sus debilidades, que jamás siguieron. Hablaron poco, amaron mucho y no se dejaron vencer por los negros horizontes que forjó el régimen de Franco. Creyeron en sus hijos con la humilde y firme esperanza que fundaba su ejemplo y temieron la voz de su conciencia, que desde antiguo habían aprendido a escuchar y reverenciar. Dieron su amistad a pocos y debo decir que entre esos pocos amigos de mi padre estaba Roque Sánchez, el pastor protestante de Úbeda, cuyas noticias por el apedreamiento de las vidrieras de su iglesia mi padre nos trajo a casa con enojo; y luego estaban los Quintana, una familia protestante que vivían en Francia y que alguna vez nos trajeron libros que en España estaban prohibidos. Recuerdo sus tapas rojas y las exclamaciones de mi padre, cerca del fuego del hogar, ante las injusticias que narraban. 

Yo me formé según el esquema de este tipo humano. Cuando comencé a estudiar la historia de España, sus gentes, sus elites, su pasado, siempre me orienté a la búsqueda de tipos humanos afines a este que juzgaba mío y con los que pudiera reconciliarme. Aguas arriba del tiempo, di con los judeoconversos sefarditas, como Alfonso de Cartagena, que dio muchos letrados a quienes retrató don Diego Hurtado de Mendoza de esta manera: “Gente media, entre los grandes y los pequeños, sin ofensa de los unos ni de los otros, cuya profesión eran las letras, comedimiento, secreto, verdad, vida llana y sin corrupción de costumbres; no visitar, no recibir dones, no profesar estrechez de amistades, no vestir, no gastar suntuosamente, blandura y humanidad en el trato”. Luego añade que eran defensores del bien público y de la justicia. Cuando por primera vez mis ojos dieron con este párrafo pensé que estaba identificando el tipo de ser humano que yo deseaba ser y lo perseguí por todos los rincones de nuestras fuentes, de nuestra literatura, de nuestras crónicas. No merece la pena que describamos aquí a qué tipos humanos se opone. Sólo quiero destacar que con el tiempo he logrado trazar una continuidad que atraviesa nuestra historia entera. Parte del lejano año de 1391 y llega al presente. Se ha transmitido por caminos extraños, pero van siempre roturados por la búsqueda de una verdad. Si yo tuviera que hacer el retrato de aquellos hombres, desde su origen en las aljamas de España, incluiría dos aspectos que siempre me han fascinado: primero, la aspiración a moldear el castellano de la forma más sencilla y eficaz para producir una retórica capaz de llegar a la comunidad entera; segundo, su alegría. Estos hombres gozaron de la confianza en la palabra, de una apertura de alma, de una ingenuidad de buen humor, que los hace entrañables en la conversación y contenidamente chispeantes. En fin, habrían sido magníficos vecinos, y lo fueron. Sólo les temieron los tiranos. 

Lo decisivo, lo que hoy debemos recordar una vez más, es que desde 1440 a 1520 muchos de esos mismos hombres desplegaron una religiosidad afín a la reformada. Primero, porque analizaron con detenimiento el Antiguo Testamento, imprescindible para ellos; luego, porque fueron lectores voraces de Pablo y Agustín de Hipona; después, porque comprendieron su cercanía a Erasmo; más tarde, porque creyeron que era el momento de que el catolicismo español se depurara de su vieja cercanía a la milicia, fortalecida por siglos de implicación de los poderes hispanos en diversas formas de cruzada; además, porque pensaron de verdad que había una oportunidad de reformar la iglesia romana bajo la dirección de Carlos V, y se comprometieron de buena fe con esa lucha; y finalmente, porque no pudieron dejar de dar testimonio de que el cristianismo reformado era una forma del espíritu que debía ser conocida por los españoles. Estos hombres, desde Cartagena a Hernando de Talavera, desde Juan de Lucena a Alfonso de Palencia, desde Juan de Valdés a Casiodoro de Reina, pasando por Constantino, Corro, Pineda, Enzinas, Carranza, todos estos hombres no profesaron una fe importada ni se convirtieron a algo extraño o extranjero. Sintieron la afinidad de una antigua forma de pensar, que se había ido formando lentamente en el siglo XV, con la revolución reformada que estaba sucediendo en Europa, y creyeron que merecía la pena emprender ese combate. Como recordó Casiodoro de Reina en la Advertencia al lector de su traducción de la Biblia, era el combate por la “libertad de los hijos de Dios”. De ella no se podía marginar a nadie: debía hacerse “sin excluir de esta universalidad ni doctos ni indoctos, ni esta lengua ni la otra”. Sin embargo, La Biblia del Oso no pudo ser leída por los españoles aunque fuera una cima literaria del castellano, comparable a la traducción de Lutero en alemán. 

Lo intolerable es que regrese esa infamia que quiere decidir entre los buenos y los malos españoles

Sería innumerable la lista de todos los españoles importantes de cada generación amigos de los protestantes. Si este humilde título que hoy nos reúne se diera con carácter retroactivo, muchos merecerían estar hoy con nosotros. No cabrían aquí y tendríamos que recibir a muchos que pasan, y quizá con razón, por buenos católicos. Tendríamos que seguir la pista de los discípulos de Luis Vives que atraviesan el siglo XVI y llegan al XVII y al XVIII. Si llegáramos al siglo XIX, serían legión. Desde Blanco White a Larra, desde Fernando Garrido a Unamuno, no sería posible hacer una historia de la intelectualidad española sin destacar el profundo sentimiento de admiración hacia el protestantismo y los beneficiosos efectos de modernidad que trajo al mundo. Todos esos hombres lucharon no solo por mejorar la posibilidad de vivir en España desde una religiosidad libremente aceptada. Lucharon también por mejores instituciones sociales y políticas, y contribuyeron a perfilar un sentido moderno de los derechos humanos y una construcción democrática de la sociedad, ofreciendo a la mujer mejores oportunidades de vida libre y plena. La épica campaña de Usoz del Río contra la esclavitud, frente a las instancias oficiales y próceres que la apoyaban, es tan relevante como su obstinado trabajo de editar a los reformados españoles. Sin la profunda simpatía con el mundo protestante no se entiende el movimiento democrático español en el siglo XIX, porque no se entienden figuras como Pi i Margall o como el propio Sagasta. Si Ortega y Unamuno tuvieron un punto de convergencia, fue sobre la necesidad de fomentar la religión protestante en España. 

Queridas amigas y queridos amigos: el espíritu reformado, y su profundo significado, está demasiado dentro de nuestra historia como para considerarlo extranjero. No lo es. Permitidme que, para acabar, amplíe un poco esta reflexión. Cuando dibujé, de la mano de Hurtado de Mendoza, el tipo humano ideal que, de algún modo, reconocí como afín a ese en el que fui educado, mencioné la reserva ante la notoriedad como uno de sus rasgos. Durante cuarenta años ejercí mi profesión de forma discreta, para especialistas y alumnos. Y sin embargo, es verdad que recientemente he escrito para otro público, más amplio, con otros argumentos. Creo que no lo he hecho por la búsqueda de la notoriedad. Lo digo con la reserva debida y, en la medida en que uno pueda estar seguro de sus propias motivaciones. Creo que lo he hecho movido por un sentido de justicia y responsabilidad. España ha sufrido mucho estos años. Si es verdad que la ley de la compensación rige el mundo, España ha sufrido tanto como anteriormente parecía eufórica. De ese sufrimiento han brotado cosas buenas y cosas peligrosas. Eso es inevitable en la historia humana. 

Sin embargo, resulta inadmisible, en mi opinión, que se instale de nuevo entre nosotros la mentalidad de chivo expiatorio. . Lo que no podemos dejar que suceda es que a la vieja injusticia que ha tenido lugar durante quinientos años, al perseguir el espíritu protestante en nuestras tierras mientras este transformaba el mundo, ahora se le añada la nueva injusticia de hacer del protestantismo una forma de vivir que se considere completamente ajena, contraria y enemiga de España, la forma de ser propia de los enemigos de España. Ante esto creía que debía protestar y preguntarme: ¿no ha sido suficiente? ¿De verdad parece anti-española esa carta de Antonio del Corro a Felipe II? En ella le explica por qué ha tenido que huir y exiliarse. En un pasaje le dice: “Debéis considerar contra qué gentes os aconsejan ser cruel: a saber, contra vuestros súbditos muy leales y fieles, dulces por naturaleza, misericordiosos, amigos de ejercer la hospitalidad, religiosos, tan obedientes a los magistrados que para quitar toda sospecha de querer resistir aún a sus perseguidores, desde hace ya treinta años, […], sin que jamás ni hombre ni mujer hayan proferido ni una sola palabra que tendiera a la sedición ni a la rebelión contra el magistrado, ni desear ninguna venganza particular, sino más bien al morir han orado por los que les perseguían. ¿Qué corazón habrá tan endurecido que no tenga compasión de semejantes personas?” ¿Es esta la carta de un anti-español? 

Puede que haya buscado la notoriedad con este protesta, como dicen algunos, y que por eso merezca que otros me llamen ya ex profesor. Es posible. Pero algo me reconforta: a fin de cuentas, ser amigo de los y de las protestantes de España no es halagar a los más poderosos de este país. Quizá sea solo la ocasión para mostrar afinidad con ese tipo de personas discretas, como decía Hurtado de Mendoza, “medias entre los grandes y pequeños sin ofensa de los unos ni de los otros”, aquéllos que gozan de la libertad que invocaba Cipriano de Valera. Quizá merezca la pena exponerse a esa mínima notoriedad suficiente para defender una causa justa, estar en buena compañía y ganar vuestra amistad. Y eso, más allá de las ambivalencias de la motivación, es para mí un intenso honor.

Premio Unamuno: el protestantismo no es enemigo de España

 

Pedro Tarquis, director de Areópago Protestante, lee la leyenda impresa en el premio. / Fundación RZ
Pedro Tarquis, director de Areópago Protestante, lee la leyenda impresa en el premio. / Fundación RZ

El histórico Café Gijón, lugar de referencia de la cultura y de las letras españolas, acogió este lunes la entrega del ‘Premio Unamuno, amigo de los protestantes’, entregado por Protestante Digital y la Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura al filósofo, escritor y profesor José Luis Villacañas.

El profesor Villacañas es una figura destacada en el ámbito intelectual español. En los últimos tiempos se ha hecho más conocido por su contundente respuesta al éxito de ventas de Elvira Roca Barea, pero como explicó la historiadora Eva Sierra al presentarlo, esta es solo una obra más a sumar a la de un autor prolífico y profundo, que también lleva muchos años organizando un evento anual en el contexto universitario para estudiar la historia de la Reforma española.

El premio se le ha concedido además, como explicó el director general de Areópago Protestante (Protestante Digital) Pedro Tarquis, por su valiente defensa de esa memoria del protestantismo como parte integrante de la historia de España. Hubo una reforma española: silenciada, perseguida y exiliada, pero existente y autóctona. El trabajo de Villacañas ayuda a traer luz sobre esta parte de nuestra historia que sigue siendo desconocida para una gran parte de la sociedad.

Pablo Martínez, presidente de la Fundación RZ, destacó que Villacañas ha sido un “constructor de puentes”, alguien que ha ayudado a dar a conocer a los evangélicos pero que además lo ha hecho por amor a la verdad, algo que “como protestantes compartimos”.

Pablo Martínez, director de la Fundación RZ./Fundación RZ
Pablo Martínez, director de la Fundación RZ./Fundación RZ
 

También Xesús Manuel Suárez, secretario general de la Alianza Evangélica Española, quiso destacar el carácter cercano del premiado, al haberse “rebelado” ante lo que consideraba una injusta perspectiva sobre la historia, y haciéndolo de forma valiente.

El periodista y escritor José de Segovia explicó el por qué del nombre del premio. Unamuno estuvo “siempre en tierra de nadie”, pero se caracterizó por buscar y defender la verdad y la libertad, tal y como se refleja en la exitosa película de Amenábar.

La historiadora Evangelina Sierra./Fundación RZ
La historiadora Evangelina Sierra./Fundación RZ

 

También estuvo presente Juan Antonio Monroy, presidente honorífico de Protestante Digital y referente del periodismo evangélico. Monroy fue quien entregó la placa conmemorativa, donde figuraba la siguiente leyenda: “José Luis Villacañas, destacado escritor y filósofo, restaurador valiente de la memoria olvidada y sanador de la memoria herida del protestantismo español”.

Emotivo discurso

Villacañas señaló su felicidad por este reconocimiento a su labor. Impartió el premiado un discurso emotivo, con referencias a sus padres, a su Úbeda natal (curiosamente, lugar de procedencia del anterior premiado también, Antonio Muñoz Molina), su relación con los protestantes en su niñez, cuando todavía había muchas injusticias hacia ellos a causa de profesar una fe distinta.

 

Juan Antonio Monroy entrega el premio./Fundación RZ
Juan Antonio Monroy entrega el premio./Fundación RZ
 

El profesor explicó su camino intelectual que le llevó a reconocer un verdadero espíritu reformado en figuras españolas desde 1391, mucho antes de Lutero o de las reformas europeas. Para Villacañas esto confirma que la Reforma forma parte de nuestra historia común, y no hay mayor error que considerar el ser “protestante” como “anti-español”, algo contra lo que el premiado se ha manifestado con contundencia en artículos y libros.

José Luis Villacañas, con el premio./Fundación RZ
José Luis Villacañas, con el premio./Fundación RZ

Cercanía y amistad

Al acto acudieron diferentes representantes políticos y sociales: Cuca Gamarra, vicepresidenta del Partido Popular; Juan Carlos González, coordinador del Grupo de Cristianos Socialistas (PSOE), Mariano Calabuig, diputado de Vox en la Asamblea de Madrid, y Juan Antonio Valor, decano de la Facultad de Filosofía de la UCM. Acompañaban representantes de entidades evangélicas nacionales y regionales, así como miembros de la Alianza Evangélica Española y Ferede.

José Luis Villacañas, Pedro Tarquis, Daniel Hofkamp y Juan Antonio Monroy. / MGala, Actualidad Evangélica
José Luis Villacañas, Pedro Tarquis, Daniel Hofkamp y Juan Antonio Monroy. / MGala, Actualidad Evangélica

 

También hubo presencia mediática. Radio Televisión Vida de Murcia, Buenas Noticias TV, así como los digitales Actualidad Evangélica y Religión Digital acudieron a la entrega. La agencia Efe publicó un reportaje sobre la entrega del premio, destacando la necesidad de recuperar la memoria protestante dentro de los proyectos de memoria histórica, todavía pendientes de desarrollar en nuestro país.

Fue un acto entrañable y cercano, en el que también muchos de los autores y colaboradores de Protestante Digital pudieron encontrarse y saludarse. El Premio Unamuno cumplía su 12ª edición y se mostró de nuevo como una herramienta útil para construir puentes entre personas de distintos credos y trasfondos, unidos en el reconocimiento y la búsqueda de una sociedad mejor.

 

Mariano Calabuig, Emilio Carmona y José de Segovia./Fundación RZ
Mariano Calabuig, Emilio Carmona y José de Segovia./Fundación RZ


sábado, 21 de enero de 2017

Muñoz Molina: ‘Les aseguro que seguiré leyendo la Biblia del Oso’

Fotografía del momento en el que Nieves Carabaña (Sociedad Bíblica) entrega un facsímil de la Biblia Reina-Valera a Muñoz Molina, con Pedro Tarquis, director de Protestante Digital / MGala
Nieves Carabaña (Sociedad Bíblica) entrega un facsímil de la Biblia Reina-Valera a Muñoz Molina, con Pedro Tarquis, director de Protestante Digital / MGala

Muñoz Molina ha recibido ayer en Madrid el Premio Unamuno, amigo de los protestantes, que concede el diario Protestante digital desde 2006 (y desde hace dos años con el coauspicio de la Fundación RZ) y que distingue cada año una institución o persona no protestante por su labor por la pluralidad y convivencia de los españoles.

El galardón, que coincide este año con el 500 aniversario de la Reforma protestante, ha destacado el aprecio mostrado reiteradamente por Muñoz Molina hacia la conocida como "Biblia del Oso" o protestante, la primera traducción de la biblia al castellano desde su texto original, sobre la que ha dicho que es "una joya escondida" de la literatura española.

El escritor ha asegurado que le provoca "mucha alegría" este galardón porque "un español ilustrado está en deuda con todos los españoles que han sufrido la persecución y la intolerancia", en referencia a los protestantes. Según ha recordado, cuando era niño, en el colegio se hablaba de los protestantes como algo "monstruoso". Por el contrario, Muñoz Molina asegura que siempre ha sentido "mucha simpatía por la disidencia".

También celebra el hecho de que el premio lleve por nombre el de Unamuno. "Hay que defender mucho la libertad de espíritu y el derecho de las personas a ser ellas mismas porque ahora parece que hay mucha libertad pero no es verdad", ha advertido.

Al finalizar su discurso de agradecimiento, que les resumimos a continuación, Muñoz Molina dijo: “Les aseguro que seguiré leyendo la Biblia del Oso”.


Asun Quintana termina su exposición: '¿Fue Unamuno amigo de los protestantes?'


MUÑOZ MOLINA Y LA BIBLIA DEL OSO
La traducción de la Biblia que hizo Casiodoro de Reina en 1559, conocida como "Biblia del Oso" por el dibujo que lleva en su primera página, fue la primera traducción completa desde los textos originales al castellano romance, lo que estaba prohibido en la época.

Desde entonces, fue una traducción "condenada" y se mantuvo fuera de la circulación, ha recordado Muñoz Molina, que ha lamentado cómo se perdió la posibilidad de que, al igual que ocurrió en la literatura anglosajona con la King James, un texto de "tanta belleza" pudiera llegar al pueblo e influir en la cultura española.

Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956,) miembro de la Real Academia Española y galardonado con los Premios Planeta y Príncipe de Asturias, ha explicado que esta biblia ha sido "invisible" durante siglos, a pesar de ser una "verdadera joya literaria": "Es como si se hiciera invisible un monumento como el del Monasterio de El Escorial".

Aquella traducción muestra un "idioma irrepetible" con una gran fuerza y capacidad expresiva, tanto para creyentes como para no creyentes, expresó el escritor.

Sobre su primer encuentro con este texto, Muñoz Molina apunta que llegó a ella por casualidad y curiosidad y quedó "muy impresionado". Un ejemplar de esta Biblia es uno de los elementos fundamentales de su novela 'El jinete polaco'.

Para el escritor, leer el Génesis o el Cantar de los cantares en esta Biblia es hallar "un idioma español irrepetible, de una gran fuerza y capacidad expresiva" y recomienda su lectura tanto a creyentes como a no creyentes porque también encontrarán en ella "verdades de la experiencia humana" y "grandes creaciones literarias de la humanidad" como el Libro de Job.

Para el escritor, esta Biblia "traducción directa al español, además a un español riquísimo de la segunda mitad del siglo XVI" fue proscrita porque "quienes la traducen son herejes, protestantes y entonces tienen que irse de España. Y esa Biblia queda fuera de la circulación en la cultura española".

Muñoz Molina con la estatuilla del Premio junto a P. Tarquis


LA DISCRIMINACIÓN CON LOS PROTESTANTES
En su intervención, Muñoz Molina glosó la figura de los "librepensadores" en una sociedad como la española, tendente a "permitir la ocupación del espacio público por parte de la confesión mayoritaria".

Al tiempo, aprovechando la presencia de miembros de todos los grupos políticos, el escritor animó a "las autoridades competentes" a "cesar en esa exhibición pública de entrega a la Iglesia católica".

"Una de las grandes deficiencias de la democracia española ha sido su incapacidad de poner a la Iglesia católica en su sitio, en esa discriminación a la que se somete a los que no son católicos".

Para Muñoz Molina, resulta criticable esa "invisibilidad de lo que no sea ortodoxo" en España, y que tanto han padecido las confesiones minoritarias durante años. "En España hay una presión absoluta contra aquel que se atreva a pensar libremente" denunció, asumiendo que "la conciencia individual que elige su propio camino, sigue estando muy perseguida".

Pese a todo, y haciendo autocrítica, admitió que "también ha existido, y existe, una serie de prejuicios antirreligiosos", y reivindicó que "la fe no tiene por qué asociarse necesariamente con ideologías opresivas" y recordó que en su estancia en Nueva York le sorprendió cómo intelectuales y escritores amigos suyos le expresaban de forma natural y dialogante su fe cristiana, “algo impensable en España”. También allí, explicó, ha descubierto que figuras como Martin Luther King son inseparables de su fe cristiana, y de cómo la Biblia impregna sus ideas y discursos.

Para finalizar subrayó el "valor profundo de la existencia de lo sagrado, como la oración que he escuchado al iniciar la comida, es una cultura de agradecimiento por lo que recibimos". Y prometer que seguirá leyendo la Biblia.

Aquí pueden ver el video completo del acto (trasnmitido en directo por Facebook Live)

Fuente: Protestante Digital

jueves, 19 de enero de 2017

Antonio Muñoz Molina, el evangelio laico

Si un fuego se enciende y un hombre arroja un papel sobre él, ¿qué destacará el autor de Sefarad (2001) de todas las lecturas posibles? Creo que el narrador fijará su atención en el fuego y en los pasos que el hombre ha traído desde la oscuridad, mientras que el lector que escribe en prensa tratará de remontar el primer impulso que llevó a la quema del documento, se preguntará (a riesgo de no llegar a ninguna conclusión importante) qué contenía escrito el papel.

Quienes conocimos primero los artículos, como por ejemplo las lecturas de Ida y Vuelta en Babelia, el suplemento del sábado en El País, nos sentimos abrumados por las novelas de Muñoz Molina (Úbeda, 1956). La primera página se nos presenta con más timidez que promesa; el acento de Jaén, el tono de voz que hemos escuchado en entrevistas o conferencias, viene adherido a las líneas del comienzo. Y para colmo, al menos en mi caso, desde que vi un reportaje en Televisión Española donde aparecía él sentado frente a su ordenador, me cuesta desprenderme del sonido de las teclas: de cierta forma los pensamientos se están abriendo camino, y los dedos que una vez varearon olivos tienen ahora que agitar esos pensamientos y colocarlos en su sitio. Uno no puede olvidar que todos los libros estaban en el principio destinados a no existir, que cualquier narrador, incluso el más infame de todos, está reviviendo una criatura llena de costuras y neuronas deshechas.

Por otra parte, ninguno de sus libros está hecho para matar el tiempo; son sus personajes quienes se pasan las páginas huyendo y escondiéndose con el fin de que el tiempo (el que da dimensión, textura y densidad a las sombras) no acabe con ellos. Algunos se aferran al descubrimiento de la ciudad o de un viaje en tren. Otros viven sumergidos en la felicidad y el entusiasmo de la lectura, como un héroe de Proust, y por eso las bofetadas son tan fuertes como los versos de César Vallejo; son tan fuertes esos golpes en la vida para los personajes, pero también para nosotros, porque cuando aparecen ya hemos comenzado a superar la desconcertante sensación inicial… o tal vez la impaciencia (como me sucedió con la primera lectura de El Jinete Polaco) nos ha llevado a no estar por allí cuando debíamos.

Puede leer el artículo completo de Daniel Jándula en Protestante Digital.

miércoles, 11 de enero de 2017

Muñoz Molina, Premio Unamuno amigo de los protestantes

Fotografía de Antonio Muñoz Molina asomándose por la ventana

Protestante Digital entrega cada año el ‘Premio Unamuno, amigo de los protestantes’ desde 2006, distinguiendo una institución o persona "no protestante", por su labor por la pluralidad y convivencia de los españoles; protestantes en especial y todos los ciudadanos en general. Desde 2015 lo realiza con el coauspicio de la Fundación RZ, entidad internacional para el diálogo de fe y cultura, con representación en España.

Este año la persona galardonada ha sido Antonio Muñoz Molina, coincidiendo y dando una especial relevancia en esta ocasión a la entrega del premio al coincidir con el año del 500 aniversario de la Reforma protestante (1517-2017).

Ha incidido de forma especial el aprecio manifestado de forma reiterada y pública por parte de Muñoz Molina por la Biblia de Reina Valera, joya y emblema no sólo de la Literatura sino del protestantismo español. También su trato con diversos medios y personas de fe evangélica.

Antonio Muñoz Molina expresa sobre la Biblia del Oso, primera traducción de la Biblia al castellano desde su texto original, es una joya escondida de nuestra literatura.

“Casiodoro de Reina para mí es uno de los grandes escritores de la literatura castellana. Un traductor es un escritor, sobre todo de un mundo tan ajeno a lo culturalmente cotidiano en España”, explica Muñoz Molina. Ya que en España, a pesar de ser un país católico, “la Biblia no había tenido ninguna presencia en la vida real”.  
“Casiodoro de Reina tiene que dar forma en castellano a mundos que no existían, tiene que crear registros que no existían. Por ejemplo, el tono profético, el tono de los Salmos... Son registros que hasta entonces no habían sido escritos en lengua castellana”, afirma Muñoz Molina. 
Sin embargo, esta obra fue silenciada. La inquisición quemó los ejemplares y prohibió su lectura durante cuatro siglos. “Es una obra maestra desconocida”, afirma el escritor. “Imaginemos que el Quijote sólo se hubiera transmitido mínimamente y hubiera sido perseguido durante cuatro siglos. Pues eso fue lo que pasó con la Biblia del Oso”. 
Puede leer la noticia completa sobre la concesión del Premio Unamuno a Antonio Muñoz Molina en Protestante Digital.

viernes, 12 de febrero de 2016

“Con Unamuno digo: viva la libertad”

Fotografía de José María Calviño recibe el premio de manos de Pedro Tarquis, director de Protestante Digital

Hace 30 años la televisión pública española –la única que entonces se podía sintonizar en todo el territorio- contaba con una programación religiosa monoconfesional. Sólo la iglesia católica tenía acceso a este medio con un alcance masivo.

José María Calviño, director de Televisión Española en aquella época, fue una de las personas que entendió que era no sólo posible, sino también necesario, dar lugar en la televisión a otras religiones que no fueran la católica.

Calviño recibió el Premio Unamuno Amigo de los Protestanteseste jueves 11 de febrero en el Centro Cultural La Corrala (Madrid) en un reconocimiento a este momento histórico que ha permitido que desde entonces la presencia evangélica, y de otras confesiones, tuvieran su lugar en la televisión pública.

El abogado y ex director de TVE recordó aquel momento, con sus complejidades en una España que todavía se encontraba en plena transición religiosa. Calviño contó cómo su etapa de estudiante de Derecho en Santiago de Compostela le permitió ahondar en libros casi prohibidos y conocer la realidad de la persecución y el silenciamiento de los protestantes en España bajo la Inquisición.

Fotografía de José Pablo Sánchez, Pablo Martínez, José María Calviño, Asun Quintana y Pedro Tarquis


Afirmándose en los principios de la socialdemocracia europea, Calviño impulsó el reconocimiento de la libertad de conciencia - “algo unido al libre examen de la Biblia de los protestantes”, afirmó Calviño- y libertad religiosa en su labor como director de Televisión Española.

Dijo sentirse “honrado” por la entrega del premio y recordó también a Unamuno, con el que quiso identificarse como “un defensor de la libertad de cada persona para buscar la verdad en aquello que considere cada uno como el mejor camino”.

HISTORIA QUE MERECE RECORDARSE
No pudo estar presente Juan Antonio Monroy, presidente de Protestante Digital, cuyo discurso fue leído por el director de este medio, Pedro Tarquis. Monroy fue parte de la comisión evangélica que negoció con la Televisión Pública durante tres años para la consecución del programa.

“Calviño -recuerda Monroy- tomó el tema de la discriminación religiosa como asunto propio. Dio órdenes al director de la segunda cadena de televisión, Enrique Nicanor, para que acelerara las gestiones en curso. Nicanor comunicó la noticia al presidente de COMECO, Juan Gili, y el 24 de enero de 1985 los protestantes españoles emitimos el primer programa religioso por la televisión pública”.

Y hace treinta años, aunque la sociedad española ya no era sólo católica, no fue fácil conseguir dar este paso. Como recordó José Pablo Sánchez -director actual del programa evangélico en TVE Buenas Noticias TV, heredero del programa “Tiempo de Creer”- lo que no salía en televisión “casi no existía”. De ahí la importancia de estar presentes en este medio de difusión masiva, que ayuda a “normalizar la presencia protestante en nuestro país”.

EL VALOR DEL DIÁLOGO
Por primera vez en la historia del Premio Unamuno, este era entregado no sólo por Protestante Digital, sino también por la Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura. Su presidente, Pablo Martínez Vila, explicó que la presencia de espacios abiertos y comunes, como una televisión pública, son necesarios para la construcción del diálogo. “Un diálogo tan necesario en nuestra sociedad actual, donde se entienda este como un campo de cultivo, y no como un campo de batalla”, expresó Pablo Martínez.

Participó también en el acto la Secretaria de la Mujer del Consejo Evangélico de Madrid y filóloga Asun Quintana, que hizo un repaso de la figura de Unamuno, muy presente en los discursos de todo el acto. Quintana recordó la cercanía de Unamuno con los protestantes, sobre todo con el pastor Atilano Coco, fusilado por el fascismo franquista, así como el episodio célebre en el que el intelectual se opuso a Millán Astray, expresando en público: “Venceréis, pero no convenceréis”. Unas palabras que, en una Europa donde parecen querer resurgir los discursos excluyentes, suenan actuales y necesarias.

El director de Protestante Digital, Pedro Tarquis, hizo entrega del premio, y agradeció asimismo la presencia de amigos del ámbito evangélico, medios de comunicación y representantes del partido Socialista (Juan Carlos González)y el director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, Fernando Arias.

Fuente: Protestante Digital